Vive la France


Una oración budista se propone la liberación de todos los seres sintientes. Seres sintientes los hay de todos tamaños, colores, formas, sabores. Vienen en forma de humanos, piedras, alienígenas, demonios, robles, y sí, también de países. Uno es de la opinión animista que hasta los países tienen alma, sentimientos, ano, espíritu, todo.

Hay países sintientes que necesitan de manera particular que sean incluidos en las oraciones (budistas y todas en general) porque justamente cada vez sienten menos. Es el caso de Francia: áreas completas de su corazón o CPU están siendo borrados a escala geométrica. En el país de la liberté–egalité–fraternité, es decir algo.

Por supuesto, las víctimas más recientes de este virus horadante de la dignidad son los jóvenes. No le parece a uno muy inteligente lanzar una medida como la de Villepin, que otorga el derecho a los patronos a despedir sin prestaciones a los (para nada menores) menores de 26 años. Esto a escasos meses de los disturbios de noviembre, cuando los jóvenes se empoderaron como no lo habían hecho acaso desde el ´68. Ese empoderamiento está fresco de gasolina, sed racial, y contingencia.

En el colegio (estudié en un Liceo Francés) nos advertían sobre la inversión de la pirámide demográfica, en Francia, cosa absolutamente abstracta para un guatemalteco, que tiene un complejo reproductivo de conejo. Remachando, los locales alcanzábamos a entender que lo que se iba a derivar de la famosa inversión piramidal era el apocalipsis total y que los jóvenes iban a cargar con todo. Es reconfortante comprobar más de una década más tarde que todos esos textos de economía tenían el hocico lleno de razón, es decir que por una vez no nos timaban, por ser tercermundistas de buena voluntad.

Uno esperaría que, por haber pasado por tantas batallas (incluida la de Cien Años, que también de ella nos hablaron en el Liceo), los franceses ya han ganado una pizca de sentimentalismo laboral. Pero no. Lo ideal es que se convirtieran todos al budismo, pero las estadísticas apuntan a otro lado.


(Columna publicada el 8 de abril de 2006.)

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