Hay que mojarse
Pongo un ejemplo (haciendo todas las salvedades). El año pasado se celebró el maravilloso Live 8, con una participación ciudadana y global extraordinaria, una cantidad de artistas conocidos, toda suerte de personalidades políticas, y grupos contribuyentes de vocación definida. Pero en todo momento estuvo el rostro ubicuo de Bob Geldof. Por supuesto, se expuso a que le dijeran un montón de cosas: que estaba sumido en un viaje de protagonismo, que tenía una agenda personal, etcétera, pero justamente: no quedar bien con todo el mundo, eso es mojarse. Hay que mojarse.
Dicho esto, no me gustaría tampoco asumir la actitud de muchos fustigadores locales, que consideran este proyecto una pérdida de tiempo, incluso un proyecto maligno, pues me parece que la mayor parte de estas reservas provienen de un espíritu de descalificación –uno de los peores automatismos de nuestra cepa intelectual– más que de un espíritu de veracidad (y ya no digamos de solidaridad). En ese sentido, me parece incluso más valioso lo que está haciendo esta gente de GuateÁmala que lo que están haciendo por lo menos las tres cuartas partes de sus críticos.
(Columna publicada el 26 de agosto de 2006.)
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