CICIACS
Los cuerpos ilegales están allí, siempre han estado allí. El jueves 8 de diciembre, el diario elPeriódico da la noticia de que se ha capturado una banda de 11 sicarios que sirven a narcotraficantes. Dice la noticia: “La función que realiza este grupo es similar a la que cumplen los Zetas con el Cártel del Golfo de México: cuidar a los cabecillas, brindar seguridad en grandes transacciones y eliminar a la competencia.”
Curiosamente, el editorial de ese mismo día, en ese mismo diario, trata el tema del porvenir de la CICIACS, con ahínco. El tema está en el aire.
Yo no creo en las coincidencias, en cuánto a política se refiere. ¿Por qué esta captura súbita? ¿Acaso no se quiere dar la impresión de suficiencia y aptitud en el tema de la seguridad, vinculado a grupos armados ilegales?
Se dijo en su momento que la CICIACS no era necesaria, puesto que su función ya estaba contemplada en la constitución, pero la constitución, como se sabe, es un mar muy ocupado. Lo saludable de la CICIACS es que enfatiza en un momento en dónde el ojo internacional está puesto en otro lado completamente.
Sobre todo, lo interesante de la propuesta de la CICIACS es que se abandona definitivamente la idea de que las facciones nocturnas ilegales que operan en Guatemala son fenómenos aislados, células individuales, nacidas por generación espontánea, cuando en verdad forman parte de una trama, de una red o masa relacional corrupta de carácter tanto espacial como diacrónica.
Visto desde esa perspectiva, el hecho de agarrar a una banda de asaltantes, secuestradores, narcotraficantes, paramilitares, etcétera, no significa nada, a menos que caiga asimismo su base de relaciones. De lo contrario es como la medusa: muere una cabeza, nacen cien.
(Columna publicada el 17 de diciembre de 2005.)
(Nota: Releo esta columna y me sorprende la candidez con la cuál celebro el proyecto de las CICIACS.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario