El pájaro sobreviviente
Recién acaba de presentar su esperado documental sobre Arnoldo Ramírez Amaya, El pájaro sobreviviente. Nada me ha dado más satisfacción que comprobar que ha hecho un trabajo magistral, una crónica homenaje a sus maestros sempiternos: Fassbinder, Bukowski, etc. Es así cómo se ha resarcido de su trabajo anterior, digámoslo de una vez, una mierda (un trabajo de ficción llamado Días mejores, maniqueísta, moralista).
Nadie ha podido entender mejor el alma de Ramírez Amaya que Luis Urrutia. Estoy convencido de ello. Un trabajo que nace de la admiración más pura. La mente de Ramírez Amaya es abismal: profunda, sin fondo, oscura. Para acercarse a una mente como ésa, había que poner en práctica un ejercicio de de “honestidad brutal”, como diría Calamaro, y eso es lo que ha hecho Urrutia. El suyo es un trabajo tan honesto que lastima. Después de presenciarlo, me quedé varios días en un estado de profunda incomodidad, interpelado.
Por razones de espacio, no es posible comentar aquí el documental en profundidad. Baste decir que se trata posiblemente del hecho artístico más importante del 2005 en Guatemala, y que estoy orgulloso de conocer a su autor.
(Columna publicada el 3 de diciembre de 2005.)
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