El poder de ayudar
Pero lo triste es que no existieron las oportunidades de solidaridad directa. No hay rutas o circuitos evidentes de voluntariado para la sociedad pura y dura, lo cuál en todo caso es el peor error de CONRED. Siendo una dependencia, seamos francos, con limitaciones, cuyo mayor aliado ha sido la improvisación, sin recursos, sin grandes vistosos helicópteros, sin capital humano encomiable, acaso debió de aprovechar más a la sociedad civil frente a tan exorbitante tragedia.
El Mitch ya nos había advertido sobre nuestras carencias. Capacitar, luego del Mitch, a la misma sociedad civil para comprometerse en caso de emergencia nacional, debió ser una prioridad de CONRED. Todo un depósito humano, con hambre de ayudar, absolutamente desperdiciado.
Se entiende que no se quiera poner a la sociedad civil en peligro, llevándola a lugares peligrosos. Quizá estamos hablando de cargos intermedios, que no consistan en desenterrar muertos, pero tampoco se limite a llevar frijoles a los centros de acopio, y se acabó. La sociedad civil sería entrenada previamente para cumplir con tales cargos con la mayor responsabilidad y prudencia, por medio de talleres gratuitos, con certificado al final.
Porque hay algo que tenemos que tener muy claro, y es que este tipo de catástrofes seguirán sucediendo, y con más frecuencia todavía. No es fatalismo. Es realismo sobrio. Fuimos advertidos al respecto desde hace décadas.
La desidia nos alejó de la santidad civil. Que les den a los ciudadanos el poder de ayudar.
(Columna publicada el 22 de octubre de 2005.)
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