Retaliación


Una columna reciente de Luis Aceituno en El Periódico nos advertía, con el humor que lo caracteriza, sobre los peligros de interpretar las recientes catástrofes naturales como retaliaciones divinas. Aceituno formulaba así una crítica a esa manera supersticiosa y paranoide (mágica, dice él) de pensar de los guatemaltecos.

Yo he caído en tales supersticiones con frecuencia. Por ejemplo, respecto al huracán Rita. En un momento, me sorprendí a mí mismo teniendo un pensamiento espantoso: “Eso les pasa a esos miserables gringos por andar repartiendo guerras en el mundo.” Esta clase de pensamiento no es solamente un plácido comentario sin consecuencias. Es un acto de violencia. ¿Pero qué clase de violencia es?

Erich Fromm divide la violencia en varias categorías: la violencia lúdica, la violencia reactiva, la violencia vengativa, violencia compensatoria, y la arcaica sed de sangre y la necrofilia. Las primeras violencias mencionadas están ligadas aún a la vida y la defensa de la vida, y conforme vamos avanzando en el registro nos vamos acercando a formas más patológicas de violencia.

Quizá el pensamiento que yo tuve cae en lo tercera de ellas: la violencia vengativa. “En la violencia reactiva”, nos había explicado previamente Fromm, “la meta es desviar el golpe amenazador, por esta razón esta violencia sirve a la función biológica de la sobrevivencia”.

Pero a la vez puede que se trate de violencia vengativa propiamente; dice Fromm: “En la violencia vengativa, por otro lado, el golpe ya ha sido dado, y la violencia ya no tiene un sentido de defensa”.

La guerra de Irak ya estaba consumida. El golpe ya ha sido dado. El comentario (“Eso les pasa a esos miserables gringos por andar repartiendo guerras en el mundo”) sólo tenía la función de cumplir con la cuota de morbo interior, y ya es plenamente una corriente destructiva de pensamiento, con visos sadistas.

En el caso del pensamiento religioso, y en el caso de Stan, lo que se manifiesta es más bien un caso de culpabilidad masoquista: “Esto está sucediendo por nuestras iniquidades, por nuestros pecados”.


(Columna publicada el 15 de octubre de 2005.)

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