Pradera Concepción

Hacer cola para ir a un centro comercial tiene que ser peor que hacer cola para huir de Katrina. Hay casi una falta moral en ello. El domingo pasado visité a alguien que vive en Carretera a El Salvador, en la Capital; me topé con una larga, metódica, coagulante fila de automóviles. Un verdadero monopolio de la morosidad. Todos esos automóviles iban al nuevo centro comercial: Pradera Concepción. A mí hacer colas no me importa a veces, y a veces hasta me resultan una ocupación muy divertida. Yo no tenía prisa. Los centros comerciales: ¿qué significan estos templos del deseo?

Sobre todo en un país como Guatemala. De un lado nos llega la noticia (por decir cualquier noticia, por mencionar alguna reciente y macabra entre otras recientes y macabras) de la matanza en las cárceles, a raíz de la ruptura del Pacto. Del otro lado, nos regalan el informe de que se ha estrenado el Centro Comercial Más Grande de Centroamérica (detalle que no han sabido pasar por alto). Y esas dos cosas tan distintas un guatemalteco debe meterlas en su cerebrito y procesarlas conjuntamente. El resultado de ello no puede ser sino una cierta marginalidad mental, un posible desquiciamiento, un síndrome por lo menos de personalidad múltiple.


(8 de octubre de 2005.)

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