El Sharon Show

Cuando uno pone Sharon en el browser de internet aparecen un montón de páginas sobre el líder israelí, y sólo alguna que otra de Sharon Stone, o sea que por una vez la realidad le gana al espectáculo.

Lo cuál es reconfortante, puesto que en general funciona al revés: el espectáculo ahoga la realidad. Y si no puede hacerlo, entonces el espectáculo manda un caballo de Troya a la realidad, gana la guerra, y termina convirtiendo a la realidad misma en espectáculo. De esa suerte, las guerras se han transformado en shows de realidad.

Aparentemente, con Ariel Sharon, que está muy enfermo, no ha sucedido lo mismo. Uno pone a Sharon en el browser de internet y aparecen un montón de páginas sobre el líder israelí, y uno se da cuenta de inmediato que son páginas Serias, que estamos hablando de Política En Serio, de Alta Jodida Política. El chamán–oráculo de la política judía ha puesto al mundo en vilo, tras una hemorragia cerebral masiva. Hay una suerte de stand by de extrañas vibraciones en el mundo, una calcificación momentánea de todos los impulsos. Pero mientras los doctores –que deben ser los mejores doctores judíos de todo el vastísimo universo– trabajan por sacar al líder de 77 años del coma, al sonido de Mozart, la duda trabaja en la sombra. ¿Qué es lo bueno y qué es lo malo? ¿A dónde irán las delicadas relaciones con Palestina? ¿Qué hay de las elecciones de este país? ¿Y la retirada de la Franja de Gaza? Son preguntas que rondan el mundo, que aún no decide a dónde bifurcar.

Sin embargo, allí están los datos: las serias matanzas en el Líbano de 1982 (Paz para Galilea, así se llamaba la operación). Las fotografías que dan cuenta de este episodio repugnante vomitan por el mero hecho de existir. El destino de Sharon está unido al destino inmundo de la Franja de Gaza, en dónde los amaneceres aún no traen un nuevo día. ¿Es que el espectáculo ya se está tragando la realidad?


(Columna publicada el 14 de enero de 2006.)

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