Las muertas

El miércoles pasado se cumplió el día de la mujer. Ignoro si existe el día del hombre ni falta que me hace. Pero el día de la mujer es necesario, aunque no tanto el día como la mujer en sí: quiero decir no abstracta ni enaltecida, sino la mujer real, palpable, que segrega líquidos, que además de hacer exactamente todo lo que el hombre hace, y mejor, a veces, además lucha por salir airada de los espacios simbólicos construidos por éste, y esto quiere decir a menudo no dejarse asesinar a puros leñazos violentos intrafamiliares.

Lamentablemente, no solamente estamos hablando de violencia doméstica, ni de crímenes estrictamente pasionales. En muchos de los casos, se trata de crímenes meticulosos y calculados, cuyo objetivo latente por parte del asesino es crear un escenario mórbido. En realidad, estamos hablando de limpieza social, de un “feminicidio”, cuyo grado de autoconciencia aún está por determinar.

Pues bien. La otra vez estaba leyendo que van a filmar una película sobre la matanza de las mujeres en Ciudad Juárez, México, y me agarró una como envidia. ¿Cuál Antonio Banderas, cuál Juanes, cuál Jennifer Lopez, cuál superestrella con aire glamourepifánico vendrá a rodar una película sobra las muertas de Guatemala? Nadie. Nada.

Y sin embargo, nuestras muertas no son pocas. Al contrario: hacen legión. Van por las calles, irrevocables, como las Madres de la Plaza de Mayo, pero en cambio nadie les pone atención. Son mujeres renegridas, macheteadas, puyadas, torturadas, acribilladas, en cuyos cráneos anidan las cucarachas de la amnesia, y no tienen otro recurso que vagar por las calles de la desmemoria. A veces se meten en las casas, y observan cómo otras mujeres, aún vivas, reciben golpizas magistrales y catedralicias por parte de hombres cobardes. Si mueren a raíz de los golpes, las reciben, con gran compasión, y así va aumentando este ejército de fantasmas.

Leo en el internet que durante el 2005 fueron asesinadas 640 mujeres en Guatemala, y que ya van 74 en lo que va del 2006. Muchas de ellas son niñas.


(Columna publicada el 11 de marzo de 2005.)

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