Nosotros, ahora
Basta con observar las noticias de la gripe aviar. La gripe aviar ha franqueado umbrales significativos, pero la alarma no se ha puesto a sonar verdaderamente. Es por esta nuestra condición de ranas, pero lo que Villoro no explica es que alguien siempre está regulando la velocidad de nuestras percepciones. Es decir que somos ranas de laboratorio. Podríamos reaccionar mejor, pero una serie de capas institucionales merman nuestra capacidad de respuesta. Nos dicen: “No es tan grave, lo tenemos todo bajo control, paguen sus impuestos, y nosotros nos encargaremos de lo demás, para eso tenemos a nuestros encapotados de biohazard”. Hemos sido entrenados para desarrollar una pasividad, una cierta tolerancia, una capacidad de adaptarnos a serios patrones de destrucción.
El SIDA es el epítome de esta inconsciencia. Es muy fácil estar en una fiesta, por ejemplo, acariciarse con una desconocida, primero besarse, luego tocarse, después buscar un cuarto en la casa, desnudarse, y en un segundo tener SIDA. Fue un proceso en dónde un grado de negación me llevó al siguiente, que es siempre más fuerte. Cuando finalmente abrimos los ojos, ya es demasiado tarde.
Así pues, el hábitat de la negación es lo sucesivo, es el tiempo. Tenemos que salirnos del tiempo, para poder apreciar el cuadro real. Necesitamos, pues, saltar de la diacronía al ahora. Incluso, elevaciones tales como “hagámoslo por nuestros hijos” son trampas muy peligrosas, puesto que todavía están insertadas en un discurso diacrónico. Hagámoslo por nosotros, ahora. Yo escribo esta columna. Usted la lee. Ambos nos estamos muriendo.
(Columna publicada el 4 de marzo de 2006.)
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