Turismo y terrorismo
Queda claro por qué uno de los objetivos claros del terrorismo es el turismo. El turismo es el símbolo total del mundo realizado. En su novela Plataforma, el francés Michel Houellebecq describe un ataque terrorista a uno de esos hoteles transnacionales… estremecedor.
El terrorismo reinstaura plenamente el orden arcaico/conquistador del cosmos ignoto. La guerra es un espejismo de cambio en un universo monótono. Por lo tanto sembrar bombas en hoteles conlleva un sentido político. Es el caso de Jordania, recientemente.
Los hoteles alcanzados fueron el Radisson, el Hyatt, y el Days Inn. Por lo que se ha dado a conocer en los comunicados de prensa, todos estos hoteles estaban ubicados en una zona de gran seguridad. Uno puede imaginar cada explosión –tan infinita, tan moderna– sacudiéndolo todo, llevando al aire millones de partículas, torciendo estructuras, automóviles, espinas dorsales. Y luego la locura de las ambulancias, los gritos desolados. El saldo: más de medio centenar de muertos. La cantidad de heridos asciende a doscientos.
El hecho de escoger un avión como vía de ataque terrorista no responde solamente a razones logísticas. Todo lo que comunica, lo que supone un desplazamiento, es ya mobiliario del orbe globalizado, dinámico. Pero el terrorismo busca devolver la realidad a su condición teológica y estanca: plana. Busca recompartimentar la realidad, refeudalizarla, restituyéndola de tal manera a su primera ignorancia.
Una de las cosas que más tristeza nos ha causado es que en uno de los hoteles se celebraba una boda. Una boda.
(Columna publicada el 19 de noviembre de 2005.)
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