Arias de nuevo


Con gran curiosidad me puse a ver/escuchar el discurso de Oscar Arias de toma de posesión de la presidencia, veinte años después de haber cumplido con la mismísima función en Costa Rica (1986–1990). Arias no es Evo, no es Bachelet, no es Lula. Queda claro. Incluso citó a Borges, qué más. No es lo mismo citar a Borges que a Roque Dalton.

Latinoamérica ha vuelto a ser en los últimos tiempos un tirante juego de ajedrez de casillas blancas y negras. Es decir que hay una reideologización creciente de América Latina, por lo cuál cada elección de la región, últimamente, suscita un poco más de interés que el regular. Incluso ya se palpa una cierta tensión creciente en ciertas áreas, el caso de Bolivia y Venezuela.

Arias es conocido por su participación en los procesos de paz en Centroamérica en los ochenta (se le concedió de esa cuenta el Premio Nóbel de la Paz). A él le debemos el famoso Acuerdo de Esquipulas. La suya fue la carrera de un meteoro, salpicada de jóvenes oportunidades y una innegable determinación política. A los diez años quería ser presidente. A los veinte ya había ingresado al partido Liberación Nacional. Más adelante fue asesor de José Figueres y luego Ministro de Planificación Nacional –dos veces. También fungió como diputado.

Quizá una de los aspectos que mejor juegan en favor de Arias es su formación y su claridad: una cierta capacidad de poner un párrafo y luego otro, hasta formar un discurso político. Quizá por ello ha sido reelecto, aunque sólo sea con un 1.1% delante de Ottón Solís, quién fuera ministro suyo, en su anterior presidencia.

Costa Rica es un país ejemplar en muchos sentidos. Pero ello no la hace inmune a los flagelos que hoy azotan, por ejemplo, a Guatemala: narcotráfico, inmigración, delincuencia. ¿Y qué impide que todo esto se asiente en Costa Rica, que amalgama pobreza y desempleo ella también, dígase lo que se diga? No es fácil convertir un país pequeño en un destino universal… Pero Arias recoge es su oratoria por lo menos una épica: paz y ecología. Tanto no se le puede pedir a Berger.


(Columna publicada el 13 de mayo de 2006.)

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