Deporte extremo

Por un momento dudé: si escribir sobre Fidel Castro, que ha delegado el poder a su hermano, como efecto de una crisis intestinal aguda, pero luego me dije: es una noticia vacía –de momento, al menos– y no vamos a desperdiciar una columna en ella.

Mejor escribir sobre la reciente crisis hospitalaria en suelo nacional, que se me había ya quedado en el tintero.

Los médicos son los verdaderos héroes, los amos indiscutibles de la adrenalina extrema, que han sabido transmutar en sangre fría. No hay insumos, no hay equipos ni materiales, o están dañados, o son inadecuados: más que sangre fría, se necesitaría de sangre helada para arrojarse a los pasillos de un hospital…

Rescatar una vida ajena de las garras de la enfermedad, que en este país equivale a decir la muerte, tiene mucho de deporte extremo, sí, como tirarse de un avión, aunque, en este caso, sin paracaídas.

El problema es que siendo los médicos tan parte de la sociedad a la que sirven, los damos por descontados. Lo cuál se refleja en sus salarios. Pero no solamente en los salarios, sino en sus condiciones de trabajo. Es absolutamente comprensible su indignación. El mínimo derecho de un servidor es confianza y recursos, esto es: que los dejen servir en paz.

Y aquí vienen los necroapologistas de Castro (se me colaron en la columna) y dicen: ya ven, miren, a esto le llaman democracia.

Y por lo menos aquí llevan la razón.

Los médicos llegaron al punto de suspender la consulta externa. En este corolario de autonegación, algunos críticos leen una fuerte irresponsabilidad, pero en suma yo no creo que no habrá sido fácil para los galenos tomar una decisión de este calibre… Lo que pasa es que está en juego no solamente su propia integridad profesional –que ya sería bastante– sino directamente la integridad física de los pacientes, y la suya propia además.

Con la crisis de abastecimiento, se evidenció hasta qué punto estamos viviendo en una administración de emergencia, reactiva en esencia, y rajada de tajo.

Todos necesitamos de los médicos. Hasta el zombie Fidel, quién lo diría.


(Columna publicada el 5 de agosto de 2006.)

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