El eterno retorno
Dos razones para ello. La primera es que en Latinoamérica la opción electoral tiende a taparse, como un caño demasiado chiquito.
Por supuesto, otros más bien dicen que la oferta política está en buen momento. Se habla mesiánicamente de un resurgimiento de la izquierda continental. Pero la polarización no es señal de oferta política, sino simplemente una reacción populista–visceral a las más inmediatas iniciativas “democráticas” de posguerra, ya que éstas han generado en muy poco tiempo una cantidad respetable de frustración.
Queda por ver el caso de México, el de López Obrador. Ya lleva algunos años gestándose, y por lo tanto ha sido expuesto a un cierto proceso de decantación digno de considerarse. Aquí la urgencia se ha transformado en peristáltico proceso, un largo trepar por la negociación pública y el acuchillamiento partidista…
Esta ausencia de oferta política, por supuesto, toca especialmente a los partidos tradicionales. No hace falta decir que se está dando una suerte de reiteración. Un caso claro de ello, en Costa Rica, es la reelección de Oscar Arias, de Alan García en el Perú. En Guatemala es de lo más común para la conciencia ciudadana que un alcalde llegue a la presidencia y luego vuelva a ejercer de alcalde, por decir un ejemplo. Hay mil formas de justificarlo, pero en el fondo responde a una inercia nuclear en los espacios de poder. Así, un antiguo dictador vuelve a hechizar a sectores gigantescos de la población, Juan por su casa…
Llegamos pues a la segunda razón. El ritmo de la amnesia…. La circulación puntual de la linfa desmemoriada por las usadas venas del andamiaje gubernativo… Muertos ya, estos hombres seguirán mandando, desde el polvo. Hemos creído necesario deshacernos del pasado, como si de un apéndice demasiado extravagante e inútil se tratase…
(Columna publicada el 10 de junio de 2006.)
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