La herida más oscura
Se abrió la herida, pero ya Lucas, él está muerto. Murió nadando en fluidos y en un olvido fetal y primigenio. Murió chupándose el dedo.
Demasiado tarde para los desplegados de dos páginas, las necrologías en la tele, los comunicados en la web… Todo eso había que hacerlo previamente, sin parar, martilleando… Ahora estamos condenados… El alzheimer de Lucas es nuestro propio maldito alzheimer…
Con la muerte del general, se cierra una ventana jurídica que era la esperanza para muchos. Difícilmente habrá otra oportunidad como ésta. La quema de la embajada de España daba luz verde a la comunidad solidaria del mundo para justificar un proceso como el de Pinochet, y fortalecer las bases para un tribunal internacional legítimo. Todo se perdió, años de trabajo y de lobbying.
Es curioso. Por estos días yo había estado leyendo las columnas de Manuel José Arce. Y resulta que se muere Romeo Lucas. Comprenderán que tengo la cabeza hecha un terremoto emocional, tengo la cabeza hecha un genocidio, un diluvio–carnicería, con desaparecidos, secuestrados, estudiantes torturados. Son las 9:56 en la mañana, Dios mío.
Me da miedo pensar en todos esos patriotas dispuestos a defender el fantasma del dictador muerto, y que afilan sus pistolas frente a espejos muertos.
Y me da miedo pensar que Ríos Montt está allá afuera, libre, jugando con los dedos cortados de Alguien.
Lo único que nos deja la muerte de Romeo Lucas García es la certeza de que la sociedad está igual de dividida que antes. Los actores son lo mismos. Nada ha cambiado. Hemos disimulado el conflicto bajo capas institucionales de papel cebolla. Pero la sangre sigue mojando las aceras. Y sólo algunos parquímetros pueden verlo.
(Columna publicada el 3 de junio de 2006.)
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