El holocausto de la libertad

Me tocó tragar –generacionalmente hablando– toda esa batalla de monólogos que dieron en llamar “firma de la paz”, asumir sus retóricas y sus glosarios, sus reivindicaciones y berrinches burocráticos, sus frustraciones y sistemas de amnesia. Era un teatro inservible, puesto que la firma de la paz nunca fue el encuentro verdadero de dos voluntades enemigas –no hay tal heroísmo– sino simplemente el plan de conveniencia y expansión de los CEO de turno, es decir: un pivotazo geofinanciero de los Estados Unidos ochenta–noventa.

Y por supuesto, nunca se resolvió nada. El conflicto se fue borrando, solamente, como un barco que se hunde en la mar inconsciente.

Por lo mismo, cada cierto número de noches, el barco vuelve a brotar, con todos sus piratas–fantasmas–genocidas. Por supuesto, reclamando que no son tan cosa: piratas, fantasmas, genocidas.

De todo esto, lo que parece más preocupante, es que todavía haya columnistas dispuestos a defenderlos. Quiere decir que la prensa todavía acoge el paradigma y la representación de la cerrazón y la oscuridad. Paradójicamente, la libertad democrática y de expresión nos pide que seamos tolerantes con estos descerebrados.

Cuando por fin se abrió la flor de la prensa, frágilmente, en el desierto dejado por la guerra, se tuvo que hacer un sacrificio más que contradictorio, un holocausto terrible como el de Abraham: incluir a no pocos conductores del pensamiento represor en las recién adquiridas páginas de los diarios… Era la única garantía que se tenía de que en verdad había libertad de expresión.

Algunos de estos personajes aún rondan en los periódicos. Dicen las mismas canalladas. La lejanía y los años no los ha hecho más inteligentes.

Queda claro, por la razón antes expuesta, que no es posible sacarlos de los diarios, desde adentro. Tal cosa sería censura. Pero eso no quiere decir que no se les pueda sacar desde afuera. Que la opinión pública los vaya corriendo, olvidando, les quite el poder, los cubra de telarañas, de alzheimer… No leamos más a los oscuros dinosaurios.


(Columna publicada el 22 de julio de 2006.)

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