Fumando Grass


Günter Grass acaba de confesar haber sido parte de la Waffen SS en su juventud, lo cuál ciertamente pone un nuevo pie de página en su biografía.

¿Asterisco o agujero negro? ¿Errata o fosa común? ¿Ignorancia o voluntad? ¿Podemos juzgar a la Alemania de entonces (un chico de diez y siete años admira por su valor las Waffen SS y las concibe como unidad de elite de corte europeo) con la Alemania de ahora (cadáveres y cadáveres apilándose, formando constelaciones de antisemitismo, orgía de anorexias)?

Son preguntas validas. Siempre que tengan espíritu. Lo que no es válido es hacer estas preguntas por mero automatismo, desde el lugar común de las retóricas, cuando no hay en ellas sed de sentido –por entretenimiento ideológico, que también y sobre todo existe. Esta forma de entretenimiento es como un habano que fumamos todos los días, nuestro placer de sobremesa. El actual diseño del mundo es el escándalo. Sobre las cuatro columnas del moralismo, la descalificación, el rechazo, y la coacción colectiva está construido este templo de ecos –paideia podrida para el siglo XXI…

En cierto sentido, agradezco esta vuelta de tuerca filosófica originada por la confesión de Grass, pues obliga a nuestra conciencia moral a refinarse, nos arroja al núcleo desértico de la duda, en dónde deberemos reconstruir otra vez el significado del hombre. Y la duda es ese lugar en dónde colisionan la existencia y la eternidad. Ni una ni la otra llevan la razón; no es razonable pensar en una sin la otra...

No puede decirse, con Sergio Ramírez, que Grass no mató ni hirió a nadie (esto es: que conservó una supuesta pureza). Las circunstancias hubiesen podido ser otras… ¿Habría cambiado por ello el escenario simbólico en el cuál nos ha colocado la duda? No. Más bien, lo hace más denso.

Tampoco se puede concluir con Vargas Llosa que el escritor es tan humano como todos los humanos (esto es: que es impuro por naturaleza). Lo que está en tela de juicio es la humanidad de la humanidad, cabalmente.

Luego de Auschwitz, sólo nos queda tener fe en la duda.


(Columna publicada el 2 de septiembre de 2006.)

2 comentarios:

Unknown dijo...

EL GUNTER GRASS PARAGUAYO
(X Luis Agüero Wagner, comentario publicado en “La Naciòn” de Asunción, 19 de octubre de 2006 )
El Gunter Grass paraguayo, Alcibiades González Delvalle, sigue guardando un sepulcral silencio sobre su siniestro pasado como policía de Stroessner, a pesar que esta gravísima acusación ya ha recorrido el mundo a través de agencias noticiosas extranjeras y se ha publicado en innumerables sitios web y periódicos locales como noticia insólita. A diferencia del escritor alemán que tuvo el coraje de confesar de motu proprio su paso por las Waffen SS durante el régimen de Adolf Hitler, su homólogo local temblando de cobardía opta por intentar esconder su deshonroso paso por la policía estronista, que lo integró como oficial por decreto 13.125 el 9 de noviembre de 1960. ¿Qué méritos hizo Alcibiades González Delvalle para ascender el 7 de septiembre de 1962 a oficial 1º de Policía por decreto 24.581, firmado por Alfredo Stroessner y Édgar L. Ynsfrán? ¿Cuántas veces aplicó la picana eléctrica? ¿A cuántos integrantes del FULNA o del Movimiento 14 de mayo apresó? ¿Cuántos "comunistas" pileteó?
Grandes misterios sin resolver, enigmas sin respuesta perdidos en la nebulosa del pasado de este privilegiado zoquetero del gobierno municipal colorado de Enrique Riera y referente periodístico de la ultraderecha tilinga: Alcibiades González Delvalle.

Olvidan sus abogadas al pretender defender a este chancho de su chiquero periodístico, cuánto dinero robado durante la dictadura a las arcas de la intendencia del ejército, a la Flomeres, IPS y el Banco Nacional de Fomento costó al pueblo paraguayo la inauguración de los medios de comunicación que le valieron su ascenso al coronel Pablo Rojas. Así como tardaron 30 años para descubrir que el país vivía bajo una dictadura, y hoy no terminan de jactarse de la lucha que la National Endowment for Democracy les financió contra la fase terminal del régimen que les proveyó los recursos para inaugurar sus medios de comunicación, no es extraño que lleven 46 años sin enterarse que el impoluto moralista de la pluma Alcibiades González Delvalle sirvió como tenebroso policía de Stroessner durante la etapa más sangrienta de la dictadura.

A mediados de este año el mundo se enteró, en revelación hecha por el mismo interesado, que el escritor alemán Gunter Grass sirvió unos meses, a los 17 años de edad, en las Waffen SS y de que ocultó por sesenta años la noticia, haciendo creer que había sido soldado en una batería antiaérea del ejército regular alemán. No sorprende en absoluto que Grass ocultara su pertenencia a una tropa de élite visceralmente identificada con el régimen nazi, de tan siniestra participación en tareas de represión política, torturas y exterminación de disidentes y judíos, aunque, como ha dicho, él no llegara a disparar un solo tiro antes de ser herido y capturado por los norteamericanos.
Pero a diferencia del ex policía de la etapa más sangrienta de la dictadura Alcibiades González Delvalle, Gunter Grass no esperó a que aquel remoto episodio de su juventud llegara a conocerse por otras fuentes, echando sombra sobre su nombre y reputación de escritor comprometido. Dentro de algunos meses, ya nadie recordará el paso del escritor alemán por las SS pero la gloria de su trilogía novelesca de Danzig, en especial "El Tambor de Hojalata", se mantendrá intacta.



No sería ecuánime que el mismo destino tuvieran quienes como el policía de la cultura decidieron escudarse, y no en el talento ni el compromiso que nunca tuvo en abundancia, sino en el posicionamiento alcanzado mediante políticos corruptos, intereses foráneos y el olvido propio de una sociedad impura.

Maurice Echeverría dijo...

Pasados invisibles, esperando a reventar como minas antipersonales. Todavía peores son los pasados consabidos, públicos a más no poder, y sin embargo impunes hasta la náusea (Ríos Montt). m.

 
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