La Señora Presidenta
El domingo la ciudad de Guatemala parecía un cocodrilo gris sumergido, sacando solamente los ojillos de glaucoma. Yo digo que nos estamos quedando ciegos. No es posible que no la veamos, que no la sintamos: ¡la lluvia! Que no se haya trazado un plan de sobrevivencia como prioridad nacional, y uno que no sea apenas reactivo. ¡Animales! ¡Inviten a los cerebros, liciten!
El domingo las ambulancias chillaban de pavor y de prisa, se comunicaban unas con otras en su vocabulario estridente. Estaban nerviosas. Es que no han logrado curar el trauma que les dejó la tragedia de Panabaj. Para mientras, el Presidente (un apelativo, un decir) estrenando un diamante de béisbol, rememorando épocas universitarias. Cuando la idea es llegar primero que los primeros auxilios. Es decir: evitar a toda costa el estado de emergencia.
Lo primero que borra la lluvia, aparte digamos de los rostros, es la memoria. Ya hemos dejado de sentir–palpar los rictus rígidos de los cadáveres del Stan. Así, igualito, fue con el Mitch. Amnesia amniótica. El lodo es el patriarca bondadoso que reúne a sus hijos en un mismo hogar de pudrición.
Leía yo en un comunicado de prensa que hay de 3,000 a 6,000 personas “bajo amenaza de deslizamiento de tierras”. Ya habrá algunos muertos en el área.
A los muertos de lluvia se les mira como mirar los pájaros. Con un cierto embrutecimiento indiferente. Pero hay un pájaro más grande, un pájaro de lodo, esperando las órdenes de la Gran Señora Presidenta.
(Columna publicada el 1 de julio de 2006.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario