La supersemana
Qué supersemana. Me dan ganas de escribir de todo. Es como si se hubieran puesto de acuerdo.
Del catálogo hellraiser (Chupina, Lucas, etc) delineado por la Audiencia Nacional Española, todos recibieron orden de captura, menos, oh sorpresa, Ríos Montt. Pero sin Ríos Montt, la empresa entera de alguna manera fracasa, puesto que el general es una criatura algo más que simbólica: la península misma del pasado que penetra en la actualidad y la informa, y la pudre.
Todo esto como cuando tu noviecita a los catorce te dejaba meterle mano debajo de la blusa pero después los moños. Un calentón. Lo mismo el asunto de Portillo, que de momento encalló en amparo, por lo cuál su proceso de extradición se encuentra en stand by.
En otro orden de cosas… Queríamos pararnos sobre los hombres de los gigantes… Y terminamos declinando la candidatura: tanto Guatemala como Venezuela se retiraron de la contienda por el escaño en la ONU. Nos quedamos con las plumas en las manos… y un poderoso adversario en la región latinoamericana.
Se promueve el arraigo a directivos de Bancafé. Los inversionistas off–shore viajaron a Miami en búsqueda de respuestas, se arrancaron los pelos, gritaron frente a sus hijos, tan chiquitos, y éstos no entendían nada, salvo lo esencial: que todo estaba perdido. El episodio lo recordarán amargamente en futuras psicoterapias.
En el orden internacional, pues nos hemos quedado boquiabiertos: Ortega. “No hubo fraude” fue la sentencia de los observadores europeos. No hay nada más que decir. Como dice Cardenal: preferible un auténtico capitalismo a una falsa revolución. Para nuestro propio capitalismo personal, el exabrupto nica será de beneficio. Leña fácil, de un árbol caído.
Por demás, han condenado a Saddam Hussein a la horca. Baudrillard le llamó en su momento “vulgarizador comercial del mercado del rehén” y “símbolo de la guerra débil”. Y lo fue. Pero la guerra de Irak, me refiero a la civil, será todo menos eso.
(Columna publicada el 11 de noviembre de 2006.)
Del catálogo hellraiser (Chupina, Lucas, etc) delineado por la Audiencia Nacional Española, todos recibieron orden de captura, menos, oh sorpresa, Ríos Montt. Pero sin Ríos Montt, la empresa entera de alguna manera fracasa, puesto que el general es una criatura algo más que simbólica: la península misma del pasado que penetra en la actualidad y la informa, y la pudre.
Todo esto como cuando tu noviecita a los catorce te dejaba meterle mano debajo de la blusa pero después los moños. Un calentón. Lo mismo el asunto de Portillo, que de momento encalló en amparo, por lo cuál su proceso de extradición se encuentra en stand by.
En otro orden de cosas… Queríamos pararnos sobre los hombres de los gigantes… Y terminamos declinando la candidatura: tanto Guatemala como Venezuela se retiraron de la contienda por el escaño en la ONU. Nos quedamos con las plumas en las manos… y un poderoso adversario en la región latinoamericana.
Se promueve el arraigo a directivos de Bancafé. Los inversionistas off–shore viajaron a Miami en búsqueda de respuestas, se arrancaron los pelos, gritaron frente a sus hijos, tan chiquitos, y éstos no entendían nada, salvo lo esencial: que todo estaba perdido. El episodio lo recordarán amargamente en futuras psicoterapias.
En el orden internacional, pues nos hemos quedado boquiabiertos: Ortega. “No hubo fraude” fue la sentencia de los observadores europeos. No hay nada más que decir. Como dice Cardenal: preferible un auténtico capitalismo a una falsa revolución. Para nuestro propio capitalismo personal, el exabrupto nica será de beneficio. Leña fácil, de un árbol caído.
Por demás, han condenado a Saddam Hussein a la horca. Baudrillard le llamó en su momento “vulgarizador comercial del mercado del rehén” y “símbolo de la guerra débil”. Y lo fue. Pero la guerra de Irak, me refiero a la civil, será todo menos eso.
(Columna publicada el 11 de noviembre de 2006.)
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