Menchú/Montenegro
Siempre he sentido gran simpatía por Nineth Montenegro. Esa mujer suda tenacidad, y no lleva los párpados cosidos, como no pocos de sus colegas, que se descerebran a gusto en las plenarias. En Montenegro se yuxtaponen justicia, acción, y unos ovarios a estas alturas icónicos en la vida pública nacional. Ha sabido desempeñar con indignación y honor su puesto en el Congreso, que demanda de ella una posición crítica: establecer anomalías, señalar, corregir.
Por supuesto, una relación operativa con el Gobierno Ejecutivo supone un cambio de modus operandi: mudar de lo reactivo al spotlight, con un grado de dinamismo incluso para ella desconocido. ¿Es lo mejor esto para el EG? ¿Y para nosotros? El tiempo lo dirá. Es de tomar en cuenta que ir a la sombra de Menchú supone –son todas las afinidades que puedan existir entre ambas, y los pactos de participación– un cierto número de concesiones: dos personalidades no necesariamente parecidas, después de todo, con proyecciones humanitarias aún individuales, y senderos muy propios de lucha.
Por de pronto, hay que alegrarse porque se están dando estas negociaciones entre Menchú y Montenegro (al momento de escribir esta columna no han llegado a una resolución), negociaciones históricas, negociaciones propiamente de la historia, que ya exige a mujeres al mando de las cosas. Enhorabuena.
(Columna publicada el 24 de febrero de 2007.)
1 comentario:
tanto que podian hacer,
tan bien que la cagaron.
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