Probatio probatissima
La creación de este espacio institucional se cabildea en un útero se diría discreto. Un pujar continuo, no excesivamente público, una especie de tensión callada, más bien, nunca un tema enteramente civil, se ha venido desarrollando desde la CICIACS, el hermanito abortado, pero nunca ha trascendido realmente las fronteras del columnismo, da la impresión.
La CICIG. O funciona a la par de los fiscales locales o fracasa –no un órgano emergente, pero bajo ninguna perspectiva un órgano autónomo: más bien equidistante. ¿Equidistante de qué? De: 1) la implosión institucional, nido de corrupciones y burocracias, cardumen de impunidad; 2) la pérdida endémica de soberanía. Su labor no puede –sino para qué– ser marginal (al contrario: le corresponde una actitud inquisitiva, dinámica, jamás complaciente) pero a la vez queda claro que su función no puede tampoco ser paternalista, y menos autoritaria. Así que su presencia implica una delicadeza institucionalmente virtuosa, teóricamente muy bella, en realidad muy compleja. ¿Cómo se hace presión sin hacer presión? Los místicos de las ciencias sociales han tratado de responder a esta pregunta una y otra vez.
La idea frontal de la CIGIC –pero esto nunca se dice tan frontalmente– es que se precisa vigilar a nuestros vigilantes. El sucio asunto de los salvadoreños confirma. Probatio probatissima. En este sentido, no se trata de una mera aportación de conocimientos por parte de amables extranjeros, sino de algo mucho más serio. Esto coloca al MP en una posición de diálogo forzado. Por supuesto, una pregunta un tanto más laberíntica y borgesiana es: ¿quién vigilará a los vigilantes de los vigilantes…? Galería de espejos… Entretanto, de la forma en que reaccione el congreso uno podrá deducir un montón de cosas divertidas…
(Columna publicada el 26 de mayo de 2006.)
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