500–660


500 demandantes… 660 vergonzosos millones… Es lo que la archidiócesis de Los Ángeles ha dispuesto pagar –en acuerdo extrajudicial, esto es– a las víctimas de abusos sexuales infantiles por parte de sacerdotes pedófilos. Del templo huyen los pájaros de lo santo, hacia regiones australes. ¿Volverán alguna vez, los pájaros?

Semejante cifra, nada pequeña y no desdeñable cifra, es la más alta pagada en los Estados Unidos por demandas similares. Ya antes estaba el affaire de la archidiócesis de Orange, California; el de Boston; el de Covington, Kentucky. Lo cuál significa que el caso Los Ángeles no es la scena prima de esta representación macabra: la iglesia católica estadounidense lleva ya unos pujantes 1,500 millones de dólares distribuidos en indemnizaciones, resultando de ello que unas cuatro diócesis hayan terminando en bancarrota (en Arizona, Washington, Oregon, Iowa). A lo mejor no será tal el destino de la archidiócesis de Los Angeles, que cuenta con unas 1,600 propiedades en California, valuadas en unos 4,000 millones de dólares, de acuerdo a Los Angeles Times. Como sea, el asunto no debe causarle gracia al cardenal Roger Mahony, quien debe vérselas con la realidad: en esta archidiócesis solamente, existe una colección conjurada de unos 113 señalados de abuso sexual, desde 1930.

Los daños ocasionados a un niño así abusado son incalculables. De más está decir que no hay compensación económica que pueda sanar una herida de esta índole. En la página de la archidiócesis de Los Angeles, Mahony anhela ingenuamente que las víctimas puedan dar cierre a este capítulo (“It is the shared hope of everyone in our Local Church that these victims, many of whom suffered in silence for decades, may find a measure of healing and some sense of closure with today’s announcement”). Por supuesto, se trata de un cuadro que nos hace pensar dos veces, tres veces, y una quinta también, sobre la solvencia y potestad moral de la iglesia para opinar sobre cuestiones sexuales…


(Columna publicada el 19 de julio de 2007.)

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