El milagrero
También es que yo no tenía el mismo respeto por Asturias que todos parecían profesar. A mí muchas cosas suyas me parecían (y me lo siguen pareciendo) de lo más inconsistentes. No soy el único, gracias a Dios: ya Monteforte aludía en un artículo a “defectos de estructura o técnica en general”. ¿Qué es lo que hace a Asturias un “arquetipo inimitable”, entonces? Monteforte así lo explica: la narrativa de Asturias “supera en intensidad a casi todos los recursos de la prosa”.
Concuerdo. Asturias pone a prueba los límites de la prosa. Y para ello se sirve de la poesía. De igual manera que Vallejo pone a prueba todos los límites de la poesía. Y para ello ser sirve de la prosa. Doble espejo (qué palabra más decididamente asturiana) alucinado.
Podemos decir que Asturias está de un lado extremo de registro narrativo (no hay otro más allá) y del otro lado, completamente, encontraremos a, qué sé yo, Carver. Vamos a que Asturias es un paradigma, un éxtasis del narrar. Una forma de subir. Caerse de semejantes alturas resulta bien feo. Por empujar la palabra al límite, a veces se le iba al despeñadero, ni modo, desfigurándose contra los riscos. Qué le vamos a hacer.
Pero a veces lograba hacerla danzar –la palabra– en el filo virtuoso que separa la tradición de lo desconocido. Éstos son los milagros de Asturias. Asturias el milagrero. ¿Cómo hace? En principio, ningún miedo al vacío. Como estar en lo alto del Templo Cuatro y ver el espacio y sentirse aire uno también. Asturias ya había bebido el cáliz de la libertad. La libertad es espacio en donde todas las palabras, todas las permutaciones verbales, todos los tropos, caben, sin estorbarse. Pájaros.
(Columna publicada el 4 de agosto de 2007.)
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