El vórtex

Esta columna es un llamado a defender el perímetro de la responsabilidad subjetiva. Inútil darle mi esperanza a un candidato, la va a romper. La esperanza debe ser conservada en territorio personal, fuera de ese territorio no sirve de nada, ni a mí ni a los otros.

Las artes de lo público consisten en convencer al regular ciudadano que su destino está en manos del procedimiento colectivo. Desde ese punto de vista, la marcha electoral está sobre todo llamada a introducir un vacío entre el individuo y sí mismo –un efecto necesariamente disociativo, creado con el apoyo de todas las comunicaciones, y aquí el mensaje básico es uno que dice que entre mi deseo y mi realización debe mediar la impronta administrativa. Bienvenidos al vórtex preelectoral.

Cuando –en un sintomático spot televisivo– Giammattei apela al espacio privado (“de esa puerta hacia adentro”) es sólo para establecer que una angustia interna –el presupuesto doméstico– será resuelta patrimonialmente por el estado. En ese instante, somos expulsados otra vez de nosotros mismos hacia el alfaque funcionaral, y el único refugio que nos quedaba –la responsabilidad íntima– es abolido nuevamente.

La democracia real no excluye la libertad individual. En principio, la democracia es el punto de continuidad entre la libertad individual y la pública. Esa continuidad no es otra que la puesta en escena de la naturaleza extensiva de mi albedrío.

No deja de ser curioso como ninguno de los presidenciables habla de mi libertad de escoger, sino cada uno de mi libertad de escogerlo a él exclusivamente. De ese modo se da una degradación del enfoque democrático, puesto que de la libertad pública ahora se pretende pasar a una nueva individualidad, pero no aquella de donde partimos en un principio, sino a una individualidad personalista, que excluye el resto de las individualidades, en el acto traicionándolas. Debemos mirar profunda y comprensivamente este fenómeno para no caer en ninguna de las múltiples ratoneras que han sido colocadas a lo largo del diseño social. O serán cuatro nuevos años de frustración.


(Columna publicada el 25 de agosto de 2007.)

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